Tenía razón Guardiola cuando dijo que Van Persie había venido a "hacer turismo" si es que no se había recuperado de su lesión. Al final el holandés jugó, pero él y el resto de sus compañeros, a excepción de Almunia; vinieron a visitar Barcelona, porque desde luego de jugar al fútbol poco.
Se dice del Arsenal, laureado y prestigioso club inglés del norte de Londres, que es una especie de aprendiz del Barça. Les gusta tener el balón, tocar, atacar y tienen especial predilección por el buen fútbol, ése del que tanto alardean, y con razón, los aficionados culés. La diferencia entre los azulgrana y los gunners, visto lo de ayer noche en el Camp Nou, sigue siendo sideral. Y es que ése es el problema de las "imitaciones": se parecen al original, pero a la hora de la verdad se rompen antes y son de peor calidad.
Ya desde el primer minuto comenzó el conjunto de Guardiola a tomar las riendas del partido, imponiendo su juego y apabullando al rival, que esperaba con la defensa muy adelantada, pero que viendo el vendaval tuvo que echarse atrás y acabó renunciando por completo al ataque. Y es que si en la ida los azulgrana fueron mejores, al menos el Arsenal hizo buenos contraataques y generó ocasiones de gol. Ayer, dudo que algún espectador recuerde de qué color iba vestido Valdés, que recogió el balón de dentro de su portería, y porque lo había metido ahí uno de sus propios compañeros, Busquets, intentando despejar de cabeza un córner.
Lo de menos fue el resultado 3-1, porque pudieron ser muchos más (para el Barça, of course). Los de Wenger salieron a verlas venir, a aguantar los noventa minutos como buenamente pudieran. Y eso que no cantaban con un héroe inesperado. Almunia salió para sustituir a un dolorido Szczesny, e hizo un partido formidable. Él solo salvó unos cuantos goles cantados, ya que su defensa acostumbró a dejarle vendido frente a las acometidas de Messi, Villa o Xavi. Caso aparte para Dani Alves, que se encontró una autopista en su banda y sin límite de 110, sin nadie que le marcara o presionara. Una tortura constante.
Wenger al parecer está que echa humo con la expulsión de Van Persie. Incluso, recogen los medios de comunicación que tras el encuentro, el entrenador francés increpó al árbitro Massimo Busacca. Tiene razón Wenger. Van Persie no debió ver una segunda amarilla por seguir una jugada y dar una patada a un balón, ya sea de manera cnsciente o inconsciente. No debió echar del campo al delantero holandés y desequilibrar tanto un partido que ya lo estaba por una superioridad aplastante de los culés. Pero no debiera Wenger escudarse en una anécdota. Porque es muy probable que hubieran perdido igual. Y porque es de recibo decir que Messi fue derribado al comienzo del partido dentro del área y que Busacca se lo comió. Es decir, que el árbitro estuvo nefasto, que se le fue el partido de las manos y que la lió.
¿Y Cesc? Pues había morbo por ver al catalán regresando a su "casa". Pasó inadvertido, como todo su equipo. Sólo se le recordó en el cambio, donde por cierto no fue precisamente aplaudido. Decepcionante actuación del capitán gunner, que desperdició una gran oportunidad de demostrar todo lo que vale. Y qué mejor escenario que el Camp Nou. Dicen que quiere volver al Barça y que el Barça quire que vuelva. El Madrid anda al acecho. En Barcelona, Cesc sería un lujo, un broche de oro, uno más. En el Bernabéu, sería una necesidad, una pieza fundamental, el referente. Pero el corazón tiene razones que la cabeza no entiende, como se suele decir.
Cesc será carne de portada en verano. Mientras tanto, el Arsenal deberá pelearle la Premier al ManU. Tiempo no les va a faltar. Y es que es lo que tiene venir de visita a Barcelona, que vienes con ilusiones y acabas viendo la Champions por la tele.
Dani Medina
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