jueves, 27 de febrero de 2014

¿Una noche cantada?


La carrera de premios de cine que hemos vivido en los últimos meses ha sido larga y, en apariencia, bastante reñida. No obstante, 12 años de esclavitud ha acabado casi siempre imponiéndose en la categoría de mejor filme cuando, durante el transcurso de cada ceremonia de entrega, parecía que algún otro título la desbancaría. Siempre con la sensación de encontrarse contra las cuerdas, el filme de Steve McQueen ha sabido imponer finalmente sus dosis de cine académico y factura impecable, con reconstrucción histórica, realismo y cariz biográfico que tan bien viste en cualquier palmarés. Y, sobre todo, convirtiéndose en el crudo y crítico exponente de un tema tan deleznable y nunca antes premiado en masa como es el de la esclavitud en Norteamérica.

No parece que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood vaya a ser menos. Con el deseo de que los Oscar impongan su voz propia, dejen de seguir la corriente a otros gremios con una inercia que vienen acusando desde hace tiempo (las mismas candidaturas ya lo ejemplifican), y con ganas de vivir alguna sorpresa llamativa durante la madrugada del lunes, afrontamos el análisis de las categorías principales de este 2014 (que juzga el cine estrenado en 2013) a escasos días de la madre de todas las galas.

Disociación director-película

El año pasado presenciamos un nuevo caso de división entre el mejor filme y el mejor director, dado que el autor del título más reconocido de 2012, Ben Affleck por su Argo, no fue ni siquiera incluido entre los finalistas en el apartado de realización. Este año, las circunstancias parecen conducirnos hacia un escenario similar (aunque, eso sí, tanto McQueen como Alfonso Cuarón, el favorito aquí, están nominados). ¿El primer Oscar para un director negro o para un latino? Los méritos técnicos de Gravity, todo un hito en el campo cinematográfico, y el impulso del DGA (premio del gremio de directores) ayudan a Cuarón a encaminarse hacia la victoria.

No obstante, el trabajo de McQueen, siendo diferente, es también muy meritorio en su parcela, gracias a su excelente dirección de actores y al tono otorgado a la narración, de ritmo pausado y reflexivo, que insufla a la historia del esclavo Solomon Northup vida y dolor por la carga de violencia explícita o sugerida que contiene. Diría que el calado emocional que logra el autor de Shame frente al de Hijos de los hombres es superior (apoyado por la dureza de los hechos que retrata), ya que Gravity suma mayores réditos por su deslumbrante puesta en escena que por el poso que deja la odisea de sus protagonistas (comparsas de una experiencia sensorial de desarrollo argumental limitado y previsible), pese a que Sandra Bullock logra empatizar con el espectador en contados momentos.

Cuestión de gustos y sensibilidades. Como espectador, siento un mayor apego por las inquietudes artísticas de Steve McQueen (un director agudo, preocupado por los temas más acuciantes de nuestro presente y nada complaciente) que por la aventura galáctica de Alfonso Cuarón. Y creo que la Academia también es más proclive a premiar ese cine antes que una cinta catalogada a simple vista como de ciencia ficción (cuando propone un drama espacial, en realidad), un género que ha sido siempre dejado de lado por sus votantes.

Nombrando a 12 años de esclavitud como mejor película y a Cuarón como realizador más destacado quedaría flotando en el aire una sensación de empate técnico que contentaría a la mayoría (esta ajustada pugna viene arrastrada desde que el PGA, gremio de los productores, distinguió a los dos títulos exaqueo). Habrá suspense hasta el final, en mi opinión más en el apartado de dirección que en el de película. Martin Scorsese, Alexander Payne y David O. Russell parecen destinados a ser testigos de primera fila de un duelo que servirá, además, para saldar cuentas históricas (morales para algunos) en los Oscar.

Los actores

Desde que se anunciaron las nominaciones el 16 de enero, tuve la impresión de que la categoría de interpretación que estaría más reñida hasta el día de la entrega sería la de mejor actor. A día de hoy, lo sigo pensando. Quizá un poco contra la lógica que concluye que el máximo favorito a la estatuilla, por su condición de ganador previo, es Matthew McConaughey (pues se ha llevado Globo de Oro, Critics Choice y SAG y vive un momento único en su trayectoria). Esto coloca al actor texano en una posición muy ventajosa y con el Oscar tan de cara como Cate Blanchett y Jared Leto, absolutos dominadores y con el 99% de opciones para triunfar en las categorías de mejor actriz principal y mejor actor secundario, respectivamente.

Sin embargo, algo me dice que el favoritismo de McConaughey no es tan irreprochable como el de sus dos colegas. La tendencia de los últimos días sugiere que Leonardo DiCaprio ha recortado terreno (él también venció en los Globos de Oro, pero en el apartado de comedia/musical). Quizá éste sea por fin su año, de la mano de su director fetiche y en un papel que da mucho juego por sus aristas morales y carácter icónico (recordemos el triunfo de Michael Douglas por Wall Street en 1987). ¿Saldará la Academia de Hollywood su deuda con él para regocijo de sus numerosos fans españoles, algo cansinos, que le enarbolan como si fuera el único buen actor sobre la Tierra?

Quiero sumar otro nombre a la batalla final: Chiwetel Ejiofor. El protagonista de 12 años de esclavitud sólo ha sido reconocido con el Bafta cuando, desde mi punto de vista, su trabajo cuenta con las dosis suficientes de magnetismo y entrega para haberse hecho merecedor de más distinciones. La Academia británica señaló recientemente su interpretación como la mejor de 2013, y esto puede suponer un impulso de última hora para Ejiofor (aunque es cierto que la influencia de estos galardones en los Oscar no es excesiva). El hecho de que su película sea la previsible ganadora del máximo galardón puede ayudarle también, pues si Michael FassbenderLupita Nyong'o ceden en sus categorías, el Oscar al mejor actor sería un perfecto añadido al palmarés de la cinta del año (hemos visto ejemplos anteriores como Gladiator en 2000), que además cuenta con un trabajo irreprochable de todo el casting.

De estas sensaciones derivan las que mantengo en la pelea por el Oscar a mejor actriz de reparto, donde en mi opinión el triunfo de Lupita está en el alero (pese a ser la clara frontrunner). Jennifer Lawrence es, de los cuatro actores nominados por La gran estafa americana, la que tiene el galardón más de cara. Cuenta con la ayuda del Globo de Oro y el Bafta recibidos, y parece un premio destinado a salvar los muebles del filme de David O. Russell (cosa que, por otro lado, la actriz ya hizo el año pasado con El lado bueno de las cosas), pues corre un serio riesgo de irse de vacío. The fighter (2010) también reportó el Oscar a dos actores de O. Russell (Christian Bale y Melissa Leo como secundarios). Parece que la dirección de actores es el punto fuerte que la Academia sabe reconocer en la obra de este niño mimado (tres nominaciones en su categoría por tres trabajos consecutivos lo avalan).

¿Se volverá a dar el caso? Las quinielas se hicieron también para arriesgar y romper pronósticos, y este año éstas son mis aportaciones.

Volviendo al futuro mejor actor, si por premios de la crítica fuese habría que colocar a Bruce Dern como principal aspirante (con el amparo de la National Board of Review y la Asociación de Críticos de Los Ángeles). Y quizá tenga alguna opción lejana. Allá por octubre pensaba que éste podía ser el año elegido para reconocer a un veterano (remitiendo a la victoria de Jeff Bridges en 2009). Lo cierto es que la categoría, con los cinco nominados ahora conocidos, es muy poderosa (como viene siendo los últimos años) y sólo la inclusión de Robert Redford en sustitución de Christian Bale hubiera completado un quinteto de intérpretes con algún premio acumulado con anterioridad (el protagonista de Cuando todo está perdido fue distinguido en Nueva York), lo que habría dado pie a una terna de elegidos realmente espectacular.

El resto a concurso

El otro premio que La gran estafa americana se juega de tú a tú con su competidor es el de guión original. En esta categoría, Her parte con ventaja por el respaldo previo, y también suena como el galardón compensatorio para una película que cuenta con seis nominaciones y ha gustado mucho a la crítica (no hay que olvidar que fue declarada la mejor película de 2013 por la National Board of Review y Los Ángeles, en este caso, exaequo con Gravity), dos importantes grupos de especialistas. Además, el libreto escrito por el también realizador de la cinta, Spike Jonze, aporta la suficiente cuota de originalidad, ocurrencia y diferenciación con los otros nominados como para valer un premio por sí solo.

Haciendo balance final, la cosecha de estatuillas para 12 años de esclavitud (que es finalista en nueve apartados) oscila entre cuatro o cinco (película, guión adaptado, vestuario, algún premio de interpretación y el más complicado de dirección), mientras que Gravity parece que se alzará como la cinta más premiada de la noche gracias a las categorías técnicas (a su alcance los Oscar al mejor montaje, fotografía, sonido, montaje de sonido y efectos especiales) que, si sumamos al de Cuarón, podrían dejar al filme como la Salvar al soldado Ryan de esta campaña.

En la categoría de mejor película de animación, las espadas las empuñan Frozen: El reino de hielo (con la que Disney renace de su letargo artístico) y Se levanta el viento (The wind rises), el testamento fílmico del japonés Hayao Miyazaki, que supuestamente cuelga los guantes y puede repetir triunfo tras El viaje de Chihiro en 2002. Por su parte, la categoría de mejor filme extranjero se debate entre el cine de autor que cosecha alabanzas y galardones de la italiana La gran belleza (Globo de Oro y cuatro premios de la Academia de Cine Europeo) frente a propuestas más viscerales como las planteadas por la danesa La caza (que atesora el premio de interpretación del Festival de Cannes para Mads Mikkelsen) y la belga Alabama Monroe.

No va más. Ha sido un año de proyectos interesantes y, en su mayoría, por encima de la media de lo que suelen reunir los Oscar últimamente (lo mismo que en 2012). Ojalá que, con independencia del veredicto de los votos, disfrutemos de una gala que se adivina muy cinéfila y nostálgica. El dictado de las papeletas se lo dejamos al Dios del cine (al que mentó Ang Lee el año pasado al recoger su galardón). Nuestro poder e influencia en el resultado final no sobrepasa el de unas líneas pululando en el inmenso espacio cibernético.