martes, 17 de junio de 2014

"Incendies", vida y dolor


Se entiende que Incendies haya sido decisiva en el salto a Hollywood del canadiense Denis Villeneuve, que se ha cubierto de gloria recientemente con EnemyPrisioneros (incluida en mi top de lo mejor de 2013). Su progresión en Estados Unidos, a la vista de nuevos proyectos con Benicio del Toro y Amy Adams, parece imparable. Incendies, nominada al Oscar en 2010 a mejor filme extranjero (que perdió con la danesa, e inferior, En un mundo mejor, de Susanne Bier) posee suficiente impacto estilístico y emocional como para dejar huella. Sin embargo, yendo más allá de su dramática superficie y desolador poso, se pueden señalar algunas objeciones que lastran, en parte, su conjunto.

Incendies se intuye inicialmente como la crónica de dos vidas (las de dos hermanos gemelos) desapegadas y faltas de una presencia paterna activa. Pero pronto nos conduce por los vericuetos de la odisea de una madre semidesconocida para ambos y al viaje iniciático de estos, encajando las piezas de un pasado cada vez más sobrecogedor. Villeneuve acierta en la estructura narrativa, que en todo momento mantiene el interés con sus saltos temporales pese a rebasar las dos horas. La puesta en escena de un Líbano pasado y presente, pero bajo las mismas premisas y estigmas, resulta más que creíble, y deja momentos muy poderosos como la secuencia del asalto al autobús, ilustrada en el póster promocional de la cinta.

La investigación de los hermanos despertará revelaciones insoportables, pero a la vez liberadoras. La película funciona como un ajuste de cuentas, una mirada a las raíces individuales asociadas al trauma en un mundo fanatizado. Quizá el planteamiento más interesante que maneja el guionista y director Villeneuve es cómo la fuerza se impone a la ideología, incluso en los entornos más ofuscados, y la oscura naturaleza del ser humano llega al punto de revertir el orden natural de las cosas, superando la lógica y causando daños irreparables. Pero al mismo tiempo, y esto es lo fascinante, sin dejar de crear vida. Una dicotomía que habla de la mismísima contradicción de la persona: círculos viciosos, odio y amor, claroscuros y posibilidades de redención.

En el debe de Incendies se puede achacar que el excesivo dramatismo quede poco aligerado con mayores matices y atención a los personajes, lo que le habría hecho ganar en profundidad (sobre todo en el retrato de los hijos); la arbitrariedad de su juego de casualidades (coronadas con el encuentro en la piscina, totalmente forzado y criticable, ya que su importancia es decisiva al servir de desencadenante de toda la trama) y un regusto final mucho más plano y evidente del que parece pretender. El filme apuesta, decididamente, por lo humano antes que por el retrato pormenorizado de un Oriente Próximo convulso, y en ese sentido podría haber dado mucho más de sí.

A destacar el gusto de Villeneuve por incluir temas de Radiohead en sus trabajos, como ya hacía en el epílogo de Prisioneros. En Incendies, la aportación de la banda británica cobra toda su fuerza en el arranque gracias a la poderosísima You and whose army (del álbum Amnesiac), acompañada de la mirada a cámara de un crío desamparado, y que volverá a sonar con la llegada de la hija a la casa donde este chico vio la luz a un mundo conflictivo e irremediable.