miércoles, 23 de febrero de 2011

LOS INSÓLITOS CICLOS DE CINE DE OSO II: Deportes de mentira

Rollerbal y otros

Decía en mi anterior entrada que el fútbol y el cine, salvo honrosas excepciones, no han sabido entenderse del todo. Por eso, apenas se hallan verdaderas grandes películas sobre este deporte que tantas pasiones levanta. Sin embargo, no ocurre así con otras disciplinas. Es más, las películas y el deporte en general, siempre se han llevado muy bien. Hay cientos de ejemplos para demostrarlo, hasta el punto de que podría hablarse de la existencia de un subgénero cinematográfico de tipo deportivo, donde conviven toda clase de pautas comunes y tópicos.

Y a través de esa relación tan positiva, el cine incluso se ha atrevido a fantasear con el deporte, llegando a crear disciplinas de nuevo cuño, que han hecho soñar a miles de espectadores. De eso es de lo que vengo a hablar hoy, de deportes ficticios mostrados en la gran pantalla, los cuales, muy posiblemente, jamás se convertirán en una realidad, por mucho que les pese a algunos.


Si hay que empezar por un título, ése es Rollerball. Y no me refiero al malogrado filme de John Mctiernan, sino al clásico de Norman Jewison que protagonizó James Caan en 1975. El futurista y brutal deporte que da nombre a la película es algo así como el juego definitivo y el perfecto reflejo de una civilización decadente. Una disciplina en la que el fútbol americano, el hockey y las motos se dan la mano, sólo puede ser una apuesta ganadora, de cara a crear emoción y espectáculo. Y así ocurre con el propio filme, una película ganadora que se destapa como un dignísimo divertimento con grandes dosis de crítica social.

Siguiendo con los deportes de equipo, podría detenerme, por ejemplo, en Baseketball, filme pequeño y menospreciado, de los creadores de South Park y que me despierta altas simpatías. Se trata de otra película en la que un deporte falso es el objeto principal de la trama. En esta ocasión, y como sugiere su nombre, el "baseketball" es una fusión entre baloncesto y béisbol, por incoherente que parezca esta unión. Aún así, surge una disciplina totalmente plausible y realista, a pesar de las absurdas normas que la rigen.

Entre sus características, destacan los psicofallos, unas jugarretas amparadas en el reglamento, con las que se puede despistar al contrario para que falle el lanzamiento de una canasta y que son, sin duda, el gran descubrimiento del filme. Así, un psicofallo sería el equivalente al clásico "¡falla!" que se suele gritar al rival para que cometa un error (¿quién no lo ha hecho?), sólo que aquí está permitido travestirse, desnudarse, mentar a la madre del contrario y hacer todo tipo de guarradas. Para que os hagáis una idea, en el siguiente vídeo os muestro uno de los mejores psicofallos:



No tan ficticio es el dodgeball o balón prisionero, un deporte al que todos hemos jugado alguna vez y en el que se centra el filme Cuestión de pelotas. ¿Y por qué incluyo esta película en el reportaje? Pues porque en torno a este deporte tan minoritario, me consta que nunca se ha desarrollado una liga profesional con tantos medios y repercusión como la que se muestra en pantalla. Por lo demás, la cinta es una fallida gamberrada de Ben Stiller y compañía, bastante olvidable. Los únicos gags que funcionan son aquellos que involucran a invitados sorpresa, como David Hasselhoff o Chuck Norris. Tan prescindible que apenas recuerdo nada de ella.

Hasta aquí, las películas citadas se adscriben al antes mentado género deportivo (Rollerball quizá menos), siguiendo todas ellas una estructura común en la que los protagonistas van ascendiendo y consolidándose en sus respectivas carreras deportivas, a la vez que tratan de compaginar su ejercicio profesional con las dificultades de su vida personal.


Ya con el deporte ficiticio como elemento secundario de la trama y por tanto, fuera del género deportivo, una referencia imprescindible es el famoso quidditch. Este archiconocido deporte nació de la pluma de J.K. Rowling dentro de la saga literaria de Harry Potter y ha sido reflejado en la gran pantalla con resultados espectaculares. Incluso hay quien se ha atrevido a llevarlo a la práctica en el mundo real, aunque, evidentemente, sin escobas voladoras de por medio.



Una suerte de ¿rugby? en el aire, que, en opinión del que suscribe, cuenta con una normativa un tanto discutible y ridícula. Y es que mientras los miembros de cada equipo se "esloman" marcándose puntos los unos a los otros utilizando la pelota principal, dos jugadores llamados "buscadores" (uno por equipo) compiten tratando de dar caza a otro objeto esférico. Esa otra bola es la snitch, un balón mágico bastante escurridizo, que se pasea por el escenario a su libre albedrío. El buscador que atrape la snitch multiplica exponencialmente el marcador de su equipo, y el partido se acaba.

¿No resulta absurdo? Según esto, los esfuerzos del resto de jugadores no sirven prácticamente de nada cuando un buscador atrapa la snitch... Incomprensible. Si se quiere entender mejor este deporte, la propia J.K. Rowling sacó a la venta un libro donde se explican detalladamente la historia y las normas que lo rigen, titulado El quidditch a través de los tiempos. Sólo para fanáticos completistas.



Starship Troopers  mostró otro deporte del futuro, o más bien, la evolución del fútbol americano, donde se juega en un campo más reducido, las piruetas están a la orden del día y las protecciones se reducen prácticamente a un casco que ni siquiera cubre la cara. Entre los fans, este juego es conocido como Starship Football y sus señas de identidad son la violencia y contundencia de sus cargas y golpes, como no podía ser de otro modo en una película de Paul Verhoeven.



El mundo animal también posee sus propios deportes de ficción. Es lo que enseñó el filme Fantastic Mr Fox, donde los zorros, cuando no son molestados por las personas, desarrollan una vida no tan diferente de la nuestra. Esa vida incluye la práctica del Pegabate, un béisbol zorruno un tanto surrealista, el cual da lugar a un acertado gag, además de revelarse como vital para el desenlace de la trama. Como curiosidad, en el Pegabate, en lugar de una pelota, se utiliza una piña ardiendo y el bate es sustituido por una pala con pinchos. Ideal para practicarlo en la escuela.

Pero el deporte, igualmente puede ser de tipo individual y no tiene por qué involucrar a pelota alguna. Aquí es cuando se expande el abanico de largometrajes con disciplinas deportivas fantásticas.

Podría discutirse largo y tendido sobre si la competición mostrada en Perseguido (The Runnning Man), es un deporte o sólo un espectacular concurso, pero la normativa que lo rige y su ejecución, invitan a pensar que sí podría ser considerado como tal. En este juego, los afortunados participantes deben recorrer un escenario del tamaño de una ciudad, mientras son perseguidos por una galería de estrafalarios asesinos, a cada cual más carismático y original que el anterior, siendo este muestrario de psicópatas lo mejor del filme con diferencia.


Donde hay menos discusión sobre la naturaleza del ejercicio practicado es en el llamado "Trepando en busca de dólares", una variante de la escalada que proporciona uno de los momentos más divertidos de Perseguido. En este juego, los participantes deben subir una cuerda para llegar hasta un fajo de billetes. Pero el camino no será fácil, ya que tendrán que enfrentarse a todo tipo de trampas prácticamente imposibles de superar, en forma de dobermans hambrientos o gases corrosivos. Lo dicho, descojonante.


Asimismo, con la muerte como centro del espectáculo está el megatruño Deporte Mortal (Deathsport), producción setentera de Roger Corman y protagonizada por David Carradine, que se confirma como una descarada exploitation de Rollerball (el plagio del poster es de traca) con reminiscencias de La Carrera de la Muerte del año 2000. En esta infrapelícula se combinan las motos y las armas, con el objetivo de que los jugadores ejecuten a sus contrarios de la forma más salvaje imaginable. A pesar de mi debilidad por el cine-basura, aún no he disfrutado de esta delicatessen, pero tarde o temprano lo haré. Si deseáis más información, pasaros por aquí: http://yulifero.blogspot.com/2010/01/deportes-mortales-ping-paff-boum-bang.html

Llegados a este punto y habiendo nombrado obras como Perseguido, Rollerball o Deathsport, es importante señalar una característica común de los deportes futuristas: la brutalidad. Esa obsesión que tiene la ciencia ficción por mostrarnos el futuro como algo desolador, decadente y carente de moral, se traslada a las competiciones deportivas en forma de violencia, sangre e incluso muerte, en lo que sería un claro retroceso a los inicios de los espectáculos de masas, con los Juegos Romanos como principal referente. Espero que nunca se tenga que llegar a eso... O a lo que viene a continuación:






El jugger. Ehh...Un momento, ¡si ya se ha llegado! Por ahí he leído que este deporte, nacido en la película La sangre de los héroes, se juega hasta en España y además hay torneos y campeonatos bastante profesionalizados. Y si aún no ha salido en los periódicos, es porque quienes lo practican en la vida real lo hacen con armas de PVC, no como en el filme...

Tras el estreno de la película australiana que protagonizase Rutger Hauer en 1989, el jugger se comenzó a jugar en Alemania a comienzos de los noventa y desde allí, frikis de todas partes lo han ido extendiendo por el mundo. Su mecánica es sencilla y se basa en machacar a palazos al contrario, mientras se marcan goles con una pelota en forma de calavera. Enteraros de todo en la wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Jugger


Pero volvamos a los deportes individuales, que es en lo que estaba. Si se acepta The Running Man como un deporte, hay quien diría que lo mostrado en la japonesa Battle Royale también lo es. Pues sí, ¿por qué no? El battle royale es un juego de supervivencia donde se suelta a varios estudiantes en una isla, con la intención de que se maten los unos a los otros hasta que sólo quede uno con vida. Un instructivo juego de intenciones muy loables, ya que, según lo expuesto en la película, con el Battle Royale lo que se pretende es dar una lección a los jóvenes y corregir su vandálica actitud.

Si aceptamos tan disparatada propuesta, lo que se encuentra en este largometraje es un recomendable entretenimiento, que en algunas ocasiones pierde el norte, pero que merece la pena por las surrealistas situaciones que se van sucediendo y, sobre todo, por disfrutar de la incómoda presencia de un malnacido hijodeperra de pelo rojo que se las hace pasar putas a los participantes.


Con la caza considerada como deporte, también convendría hablar de la caza de humanos. Aquí es donde entran películas como El Malvado Zaroff o su posterior versión noventera Blanco Humano, aquel filme de Jean Claude Van Damme donde los cazadores son asesinos y la presa la constituyen vagabundos, veteranos de guerra acabados o el propio actor belga en busca de dinero fácil. Una cinta entretenida y solvente, en la que se me atraganta la aparatosa, aunque muy alabada, dirección de John Woo.

Sin abandonar la caza e hilando finísimo, se pueden mentar de pasada la costrosa Boa Vs Python, donde varios mercenarios pagan por atrapar a una serpiente modificada genéticamente y de desproporcionadas dimensiones, o Alien Vs Predator, en la que los depredadores organizan una competición en la Antártida, con la intención de matar a cuantos más aliens sea posible.

Las artes marciales son objeto de competiciones deportivas, así que en este artículo también cuentan los estilos de lucha que el cine ha ido inventando. Pero esto daría para una única entrada centrada en el tema, así que citaré los primeros ejemplos que se me vienen a la mente, como el arte marcial de los caballeros jedi de StarWars o la Gymkata del filme de mismo nombre, un remedo entre la gimnasia y el ¿karate? que sirvió como base a una película bastante risible, que contiene escenas como ésta:



No me olvido de otras competiciones de lucha como el Mortal Kombat, los múltiples torneos clandestinos aparecidos en las películas de mamporros de la Cannon (American Samurai y otras), el campeonato de la ciudad perdida de The Quest, o, esta sí que no podía faltar, la "Cúpula del Trueno", que tan bellos momentos nos otorgó en la a medias cojonuda y a medias insufrible Mad Max 3. Incluso se ha llegado a filmar wrestling entre especies extraterrestres, en la insólita y sumamente ochentera Arena: el ring de las estrellas.



Si hablo de carreras de ciencia ficción, que también constituyen un deporte, me puedo quedar escribiendo hasta el año que viene. Ahí van algunos destacados ejemplos, como las mortíferas carreras de Death Race 2000 y su remake Death Race, las cuádrigas futuristas, también conocidas como vainas, del defenestrado Episodio 1 de Starwars o las motos epilépticas de la saga TRON.

Me gustaría hablar más detalladamente de Speed Racer, la psicodélica película de los hermanos Wachowski, que pone en pantalla unos coches capaces de pelear entre ellos (Car-fu lo llaman, y no es broma) y la cual fue menospreciada por el gran público, pero cuyo final, sumamente emotivo y tenso, me dejó sin aliento. A punto estuve de levantarme en el cine para jalear al protagonista y animarle en su gesta, como si estuviera asistiendo a la final de algún evento deportivo real de alto nivel. 

Y para acabar, que ya toca, una pregunta. ¿Los juegos de estrategia son deporte? El ajedrez está considerado como tal... Eso me permite hablar del curioso juego de mesa en el que C3PO y Chewbacca se enfrentan a bordo del Halcón Milenario en el primer episodio (¿o es el cuarto?) de la saga Starwars, y que casi le acarrea un irreparable disgusto al enervante androide de protocolo. Aunque por la forma en que se juega, con esos hologramas controlados por botones, casi parece más un videojuego que un deporte... Lo que nos trasladaría a la difícil cuestión sobre si los videojuegos podrían calificarse de deporte. Y si en esas estamos, entonces Gamer, de los creadores de Crank, debería ser recordada... Ya veis que podemos no acabar nunca. Lo dejaré en este punto.

Si habéis sido capaces de llegar hasta aquí, estaréis conmigo en que cine y deporte, como nadie pone en duda, son muy buenos amigos. Ambos constituyen grandes espectáculos que mueven a las masas y se han ido realimentando el uno al otro con el paso del tiempo. El cine ha proporcionado el gusto por nuevas disciplinas deportivas, así como reactivado el interés por otras ya existentes, y el deporte se ha servido de los avances en las técnicas cinematográficas de montaje y edición para sus retransmisiones en los medios, entre otras muchas cosas.

Cine y deporte han compartido descubrimientos y han progresado y mejorado juntos. Así ha sido siempre y así lo seguirá siendo, hasta que ambos, en algún momento inevitable del futuro, desaparezcan.

Carlos Palencia

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