jueves, 18 de agosto de 2011

El señorío por el desagüe


Hay un dicho popular que dice que las amistades tardan años en forjarse y consolidarse, pero que bastan unos segundos para destruirlas. Esto podría ser aplicable al Real Madrid. Con 109 años de historia a sus espaldas, ha tardado todo ese tiempo en forjar su leyenda, en tener el honor de ser reconocido por la FIFA como "mejor club del siglo XX", de tener una imagen de equipo señor, de saber ganar y de saber perder. El llamado "señorío", que no es algo que se gane en unos segundos. Pues bien, fue llegar Mourinho el junio del año pasado, y en poco más de una temporada, se ha cargado el buen nombre del Real Madrid.

En vez de estar hablando de cómo su equipo perdió en el Camp Nou ayer (3-2) dando una estupenda imagen, con un juego vistoso y efectivo alejado de la racanería de las semifinales de la Champions, estamos hablando de la enésima bronca entre blancos y azulgranas. Lo que es un trofeo veraniego con una trascendencia relativa (es bueno ganarlo, y más ante el eterno rival), se ha convertido de nuevo, en un campo de batalla. El buen fútbol de ambos queda empañado por los malos modos y la agresividad.

Es cierto que la historia de los clásicos es rica en piques, encontronazos y tanganas, pero desde que llegó Mourinho al Madrid, y más concretamente tras la ida de las semis de la Champions en el Bernabéu, estos partidos se han ido calentando hasta hacer un clima irrespirable. No es normal la agresividad con la que los jugadores madridistas salen al campo. Las entradas a destiempo, esa tensión mal entendida que contamina el aire parece una orden del técnico portugués cuando su equipo se enfrenta al Barça. Tras la entrada de Marcelo a Cesc (que era roja), se montó la inevitable tanagana. Malos modos por parte de jugadores de ambos clubes. Mal Marcelo, Villa, Ramos... Pero he aquí que llega José Mourinho, el entrenador, recordemos, del "mejor club del siglo XX"; y no sólo no sale a calmar los ánimos, sino que cual kinki poligonero, se mete en la bronca. El portugués, fuera de sí, metió el dedo en el ojo al segundo de Guardiola, Tito Vilanova.

Es irrelevante si hubo provocación previa, si se habían dicho algo en los banquillos, si con el tercer gol de Messi la celebración de los blaugranas fue excesiva. Un entrenador del Madrid jamás puede perder los papeles. La dinámica en la que el club blanco lleva inmersa desde que llegó este señor, es la de no saber perder, la de liarla parda en cuanro vienen mal dadas. Es la cultura del "balones fuera", y en vez de hacer autocrítica se desvía la atención con los árbitros, las trifulcas y los insultos. Da pena ver a Casillas, un jugador admirado y respetado por todo el mundo, defender lo indefendible, insinuar complots antimadridistas y demás chorradas. Y sonroja que un equipo que en su himno dice aquello de "enemigo en la contienda, cuando pierde da la mano, sin envidia ni rencores, como bueno y fiel hermano..."; no se quede a ver como el rival, que aunque no fue mejor, sí ganó de forma legal, recoge su título. Una imagen impropia de un club que lleva su imagen por bandera y sus valores por encima de sus títulos.

Cuando Florentino Pérez, allá por el mes de junio de 2009 volvía a la presidencia del Real Madrid, prometió que defendería los valores y la imagen del club. Trajo a Mou, y todas sus promesas se han quedado en palabras huecas, pues es él el que ampara a su entrenador, le deja hacer y deshacer a su antojo, decir lo que quiera, insultar, e incluso meterse en peleas. O Florentino toma las riendas de la situación y pone firme a Mourinho, o ese monstruo acabará devorándolo. Y lo que es peor, devorando a la institución. Aún se puede solucionar, o el poco señorío que queda se perderá por el desagüe.

Dani Medina





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