miércoles, 6 de abril de 2011

LOS INSÓLITOS CICLOS DE CINE DE OSO III: Rodando en la cumbre

Películas de escalada y similares

Odio las alturas, sufro de un vértigo galopante. Por eso, siempre procuro evitarlas y jamás de los jamases me atrevería a lanzarme en paracaídas, hacer escalada, practicar puenting o realizar cualquier otra actividad que implique separarse demasiados metros de mi amado suelo.

Sin embargo, esa fobia no me impide disfrutar al máximo, siempre que sea a través de una película o de la televisión, de unas buenas vistas desde lo alto de una cumbre, algo que me fascina y sobrecoge. Ese es uno de los grandes alicientes del cine: proporciona al espectador experiencias que son de su agrado, pero que nunca podría llevar a cabo por falta de dinero, ganas, o, simplemente, huevos (como es mi caso). La fábrica de sueños lo llaman.

Esta película daría para un ciclo sobre automutilaciones en el cine, pero mejor dejamos ese tema para más adelante

En la pasada edición de los Oscar se habló mucho de 127 horas, la última película de Danny Boyle. Ello me ha hecho recordar algunos de los buenos momentos que me ha otorgado el cine en lo relativo a la escalada por cumbres montañosas. Voy a repasar esos instantes, junto a otros que aún no he tenido el gusto de experimentar. Ya sé que no es lo mismo ver la escalada en una pantalla que practicarla en vivo, pero amigos, algo es algo y yo, personalmente, me conformo.

Antes de proseguir, conviene indicar que soy un completo novato en lo relativo al alpinismo, por lo que no entiendo de sus técnicas y vericuetos y prefiero entretenerme con el paisaje y el potencial de este deporte para proporcionar momentos de tensión, angustia y épica. Mi principal objetivo es despertar el gusanillo, tanto propio como ajeno, por este tipo de películas.

Máximo espectáculo, mínimo realismo


En el cine de escalada, si es que existe como tal, hay dos claras vertientes. La primera, quizá más acusada, se centra en el espectáculo, enfocando la atención en la belleza e inmensidad del escenario donde se practica este deporte. La segunda, sin olvidar los paisajes y la majestuosidad de los mismos, prefiere buscar el realismo, reflejando con mayor o menor credibilidad el ejercicio de esta arriesgada disciplina. Comenzaré por el primer grupo, donde destaca un filme muy evidente: Máximo Riesgo


Esta película, que ya figura en el imaginario colectivo y se encuadra en la etapa dorada del cine 'stalloniano', proporcionó a toda una generación una de las secuencias más asfixiantes del cine de acción de los 90. Aquella en la que el protagonista trataba sin éxito de salvar a una compañera de caer al más grande y profundo de los vacíos, y que consiguió reflejar la sensación de vértigo como pocas veces se había hecho en la gran pantalla. Para un servidor, probablemente constituya el más terrorífico fallecimiento imaginable. Como curiosidad, este momento fue parodiado con bastante tino al comienzo de Ace Ventura 2.



A pesar de lo efectiva que resulta esta secuencia, como ya dije previamente, el realismo no es una de las bazas de Máximo Riesgo, sino que lo que prima es el puro espectáculo. La escalada y la montaña son una excusa para dotar a la película de un entorno exótico y peligroso, que además permita desarrollar originales y aparatosas escenas de acción y tensión, algo que se logra con nota.


En un tono casi idéntico aunque con resultados muy inferiores, se halla la solvente Límite Vertical, otra cinta nuy conocida dentro del cine montañero y que tampoco conviene tomarse muy en serio, porque eso puede provocar la risa. Denostadísima por los aficionados a la escalada más puristas, la obra constituye un eficiente divertimento de casi dos horas, repleto de asombrosos paisajes, caídas estremecedoras y absurdeces varias. El guión es pobre y fantasioso, pero queda disimulado por el impacto visual de las imágenes.


Pero el colmo en lo relativo a la ausencia de realismo se lo lleva la siempre por delante Mission Impossible 2, con esa escena en las Montañas Rocosas, donde Ethan Hunt escala directamente a pelo, sin arneses, cuerdas ni nada remotamente parecido, en lo que podría ser la mayor fantasmada jamás filmada. Cuenta la leyenda que al director John Woo se le subieron los testículos hasta la garganta cuando Tom Cruise decidió realizar él mismo y sin dobles (eso es lo que afirma el actor...), un peligrosísimo salto entre dos rocas salientes, ayudado, eso sí, por un cable muy bien escondido.

Más allá de Ethan Hunt e hilando finísimo, otro agente secreto que se ha atrevido a conquistar cumbres ha sido James Bond, quien se enfundó el equipo de nieve para llegar hasta la base de Blofeld, situada en los Alpes suizos. Lo hizo en 007 Al servicio secreto de su majestad, aquella entrega en la que el guaperas del MI6 está interpretado por un orejón sin carisma que, afortunadamente, no repitió el papel y tuvo que conformarse con participar en alguna que otra entrega de Emanuelle

Al menos, nos regaló una de las secuencias más trepidantes y recordadas de toda la saga bondiana. Es esa persecución que también implica a las alturas y en la que el glamouroso espía huye de sus perseguidores haciendo gala de sus habilidades como esquiador. Realmente, Bond nunca llega a practicar el deporte de la escalada en este filme, aunque sí lo hace uno de sus compañeros, aquel que intenta entregarle una mochila y que sufre un destino desafortunado. Por cierto que el mujeriego agente también se encaramó a otra montaña en la secuencia inicial de Alta Tensión


Pero la más legendaria persecución por las alturas, con escalada a la inversa incluida, es probablemente la que llevan a cabo Cary Grant y Eva Marie Saint en el monte Rushmore, durante los minutos finales de Con La Muerte en los Talones. Una secuencia tan influyente y recordada, que incluso Álex de la Iglesia se permitió el lujo de homenajear recientemente en su Balada Triste de Trompeta, cambiando las caras de los presidentes norteamericanos por las cruces patrias del Valle de los Caídos.



Sin embargo, he venido a escribir sobre el deporte del alpinismo, así que volveré al tema. Siguiendo en el género de la acción, igualmente hay que detenerse en Licencia para Matar, la cuarta incursión de Clint Eastwood en la dirección. Según se dice, el veterano cineasta llegó a arriesgar su propia vida en alguna que otra secuencia, sobre todo en la escena final. La película está considerada una de sus obras más flojas, pero no puedo opinar porque todavía no he tenido el placer de catarla.


Recreaciones más veraces


Abandonando el espectáculo puro y duro, el alpinismo realista también ha tenido su hueco en el cine.
Uno de los primeros intentos en este sentido, si exceptuamos los primeros documentales que se filmaron sobre el tema, fue La Montaña Trágica, cinta menor con Glenn Ford que ha quedado un tanto desfasada con el paso del tiempo. En una línea similar, aunque con una trama más elaborada, se halla Montaña Siniestra, un filme al que el transcurso de los años parece haber tratado mucho mejor y que, aun con sus fondos superpuestos, ofrece imágenes de gran calado e impacto.


Otra recración veraz del alpinismo la encontramos en Siete años el Tíbet, también conocida como Siete Años en el Cine, por su exagerada duración y el sopor que provoca. Inspirada en hechos reales vividos por el escalador Heinrich Harrer, la escalada no es ni de lejos el tema principal del filme, pero en esta cuidada aunque insípida película, es difícil rememorar otra cosa que no sean los escasos momentos de ascenso montañoso protagonizados por Brad Pitt.




No obstante, si se quiere hablar de verdaderas películas de escalada, entonces hay que reseñar la muy documentada Grito de Piedra de Werner Herzog. Su realismo, situado muy por encima de la media, es algo que que los fanáticos del deporte de los piolets y las polainas han sabido apreciar, hasta elevarla a la categoría de cinta de culto.

 
Con tendencias comunes a las del filme de Herzog en lo referente al realismo, se encuentran obras más recientes y muy recomendadas por los adeptos a este deporte, como la alemana y prestigiosa North Face, o la surcoreana Bingwoo. Esta última proviene precisamente de un país donde el alpinismo cuenta con muchos seguidores, por lo que no es de extrañar una fiel traslación cinematográfica de esta práctica.



Volviendo atrás en el tiempo se localizan otras dos obras con valoraciones positivas como K2 y Cinco días, un verano. La primera es una epopeya de superación donde Michael Biehn y Matt Craven se empeñan en dominar la célebre montaña y que está inspirada en una obra de teatro de mismo nombre. Resalta, como no podía ser menos, por su trabajada fotografía. La segunda cinta, por el contrario, es un drama incestuoso en el que Sean Connery, frustrado en sus ambiciones sexuales hacia su sobrina, busca desahogarse con el ascenso a uno de los picos más altos de los Alpes suizos.

Mucho por escalar



Al alpinsmo todavía le queda mucho por "escalar" en el cine. Es la conclusión a la que uno llega cuando alcanza la cima de este texto (o mejor dicho, pie), y se da cuenta de que apenas hay películas donde elegir. Además, tampoco hay filmes que estén catalogados como obras maestras indiscutibles, si olvidamos el ámbito del cine documental, donde sí se han conseguido grabar cintas aclamadísimas como Touching The Void, que muchos catalogan como el mejor y más perfecto reflejo del alpinismo en celuloide.

Es una situación extraña, si se tiene en cuenta la belleza de esta práctica y su potencial dramático, dos características que permitirían engendrar películas de gran carga visual y emocional. Entrando en la especulación, la causa fundamental de esta escasez puede que radique en el escenario. No es nada fácil rodar en un entorno montañoso y no parece que haya muchos cineastas dispuestos a hacerlo y asumir los riesgos que conlleva.

Sin embargo, este problema ya no debería ser tal, si atendemos a los recursos cinematográficos que existen actualmente y a los últimos avances en materia de efectos especiales. Es decir, que recrear una película en una cumbre montañosa y con resultados dignos, ya no requiere de grandes complicaciones.

No obstante, existe otra posible causa para la sequía de grandes películas montañeras. Y es que la escalada es una práctica tan espectacular, que a menudo los filmes centrados en este asunto se entretienen demasiado con el escenario y se olvidan de la historia. Se ha visto en varios ejemplos mentados en el artículo.

Estando así las cosas, y superado el problema del entorno, ya no hay excusas para que la fábrica de sueños nos proporcione muchas y grandes películas sobre alpinistas. Ahora sólo toca aguardar y albegar la esperanza de que el reciente éxito de 127 horas haga más corta la espera. Y si lo que nos llega lo hace en 3D, pues bienvenido sea. Mirad por donde, el alpinismo sí que sería una buena excusa para utilizar la tan desaprovechadísima tercera dimensión. A ver si los grandes estudios se dan cuenta, porque lo tienen a huevo...

Carlos Palencia

4 comentarios:

  1. Por favor, que alguien cambie la encuesta...la siguiente pregunta debe ser...Oso55 debería dejar de escribir y dejar paso a nuevos post que hablen de cosas que interesen?

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  2. Yo estoy encantado de que se me critique y se me meta caña pero... por favor ¿me explicas por qué te escondes y firmas como anónimo? Da la cara y hablaremos mejor.

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  3. si quieres saber quien soy, sólo tienes que pinchar aquí:

    http://www.youtube.com/watch?v=GjM2w5FOPQw

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  4. Ah que eres un troll... Qué decepción, pensé que eras alguien con criterio y opiniones a tener en cuenta :(

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