La carrera de premios de cine que hemos vivido en los últimos meses ha sido larga y, en apariencia, bastante reñida. No obstante,
12 años de esclavitud ha acabado casi siempre imponiéndose en la categoría de mejor filme cuando, durante el transcurso de cada ceremonia de entrega, parecía que algún otro título la desbancaría. Siempre con la sensación de encontrarse contra las cuerdas, el filme de
Steve McQueen ha sabido imponer finalmente sus dosis de cine académico y factura impecable, con reconstrucción histórica, realismo y cariz biográfico que tan bien viste en cualquier palmarés. Y, sobre todo, convirtiéndose en el crudo y crítico exponente de un tema tan deleznable y nunca antes premiado en masa como es el de la esclavitud en Norteamérica.
No parece que la
Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood vaya a ser menos. Con el deseo de que los
Oscar impongan su voz propia, dejen de seguir la corriente a otros gremios con una inercia que vienen acusando desde hace tiempo (las mismas candidaturas ya lo ejemplifican), y con ganas de vivir alguna sorpresa llamativa durante la madrugada del lunes, afrontamos el análisis de las categorías principales de este 2014 (que juzga el cine estrenado en 2013) a escasos días de la madre de todas las galas.
Disociación director-película
El año pasado presenciamos un nuevo caso de división entre el mejor filme y el mejor director, dado que el autor del título más reconocido de 2012,
Ben Affleck por su
Argo, no fue ni siquiera incluido entre los finalistas en el apartado de realización. Este año, las circunstancias parecen conducirnos hacia un escenario similar (aunque, eso sí, tanto
McQueen como
Alfonso Cuarón, el favorito aquí, están nominados). ¿El primer
Oscar para un director negro o para un latino? Los méritos técnicos de
Gravity, todo un hito en el campo cinematográfico,
y el impulso del
DGA (premio del gremio de directores) ayudan a
Cuarón a encaminarse hacia la victoria.
No obstante, el trabajo de
McQueen, siendo diferente, es también muy meritorio en su parcela, gracias a su excelente dirección de actores y al tono otorgado a la narración, de ritmo pausado y reflexivo, que insufla a la historia del esclavo
Solomon Northup vida y dolor por la carga de violencia explícita o sugerida que contiene. Diría que el calado emocional que logra el autor de
Shame frente al de
Hijos de los hombres es superior (apoyado por la dureza de los hechos que retrata), ya que
Gravity suma mayores réditos por su deslumbrante puesta en escena que por el poso que deja la odisea de sus protagonistas (comparsas de una experiencia sensorial de desarrollo argumental limitado y previsible), pese a que
Sandra Bullock logra empatizar con el espectador en contados momentos.
Cuestión de gustos y sensibilidades. Como espectador, siento un mayor apego por las inquietudes artísticas de
Steve McQueen (un director agudo, preocupado por los temas más acuciantes de nuestro presente y nada complaciente) que por la aventura galáctica de
Alfonso Cuarón. Y creo que la
Academia también es más proclive a premiar ese cine antes que una cinta catalogada a simple vista como de ciencia ficción (cuando propone un drama espacial, en realidad), un género que ha sido siempre dejado de lado por sus votantes.
Nombrando a
12 años de esclavitud como mejor película y a
Cuarón como realizador más destacado quedaría flotando en el aire una sensación de empate técnico que contentaría a la mayoría (esta ajustada pugna viene arrastrada desde que el
PGA, gremio de los productores, distinguió a los dos títulos
exaqueo). Habrá suspense hasta el final, en mi opinión más en el apartado de dirección que en el de película.
Martin Scorsese,
Alexander Payne y
David O. Russell parecen destinados a ser testigos de primera fila de un duelo que servirá, además, para saldar cuentas históricas (morales para algunos) en los
Oscar.
Los actores
Desde que se anunciaron las nominaciones el 16 de enero, tuve la impresión de que la categoría de interpretación que estaría más reñida hasta el día de la entrega sería la de mejor actor. A día de hoy, lo sigo pensando. Quizá un poco contra la lógica que concluye que el máximo favorito a la estatuilla, por su condición de ganador previo, es
Matthew McConaughey (pues se ha llevado
Globo de Oro,
Critics Choice y
SAG y vive un momento único en su trayectoria). Esto coloca al actor texano en una posición muy ventajosa y con el
Oscar tan de cara como
Cate Blanchett y
Jared Leto, absolutos dominadores y con el 99% de opciones para triunfar en las categorías de mejor actriz principal y mejor actor secundario, respectivamente.
Sin embargo, algo me dice que el favoritismo de
McConaughey no es tan irreprochable como el de sus dos colegas. La tendencia de los últimos días sugiere que
Leonardo DiCaprio ha recortado terreno (él también venció en los
Globos de Oro, pero en el apartado de comedia/musical). Quizá éste sea por fin su año, de la mano de su director fetiche y en un papel que da mucho juego por sus aristas morales y carácter icónico (recordemos el triunfo de
Michael Douglas por
Wall Street en 1987). ¿Saldará la
Academia de Hollywood su deuda con él para regocijo de sus numerosos fans españoles, algo cansinos, que le enarbolan como si fuera el único buen actor sobre la Tierra?
Quiero sumar otro nombre a la batalla final:
Chiwetel Ejiofor. El protagonista de
12 años de esclavitud sólo ha sido reconocido con el
Bafta cuando, desde mi punto de vista, su trabajo cuenta con las dosis suficientes de magnetismo y entrega para haberse hecho merecedor de más distinciones. La Academia británica señaló recientemente su interpretación como la mejor de 2013, y esto puede suponer un impulso de última hora para
Ejiofor (aunque es cierto que la influencia de estos galardones en los
Oscar no es excesiva). El hecho de que su película sea la previsible ganadora del máximo galardón puede ayudarle también, pues si
Michael Fassbender y
Lupita Nyong'o ceden en sus categorías, el
Oscar al mejor actor sería un perfecto añadido al palmarés de la cinta del año (hemos visto ejemplos anteriores como
Gladiator en 2000), que además cuenta con un trabajo irreprochable de todo el casting.
De estas sensaciones derivan las que mantengo en la pelea por el
Oscar a mejor actriz de reparto, donde en mi opinión el triunfo de
Lupita está en el alero (pese a ser la clara
frontrunner).
Jennifer Lawrence es, de los cuatro actores nominados por
La gran estafa americana, la que tiene el galardón más de cara. Cuenta con la ayuda del
Globo de Oro y el
Bafta recibidos, y parece un premio destinado a salvar los muebles del filme de
David O. Russell (cosa que, por otro lado, la actriz ya hizo el año pasado con
El lado bueno de las cosas), pues corre un serio riesgo de irse de vacío.
The fighter (2010) también reportó el
Oscar a dos actores de
O. Russell (
Christian Bale y
Melissa Leo como secundarios). Parece que la dirección de actores es el punto fuerte que la
Academia sabe reconocer en la obra de este niño mimado (tres nominaciones en su categoría por tres trabajos consecutivos lo avalan).
¿Se volverá a dar el caso? Las quinielas se hicieron también para arriesgar y romper pronósticos, y este año éstas son mis aportaciones.
Volviendo al futuro mejor actor, si por premios de la crítica fuese habría que colocar a
Bruce Dern como principal aspirante (con el amparo de la
National Board of Review y la
Asociación de Críticos de Los Ángeles). Y quizá tenga alguna opción lejana. Allá por octubre pensaba que éste podía ser el año elegido para reconocer a un veterano (remitiendo a la victoria de
Jeff Bridges en 2009). Lo cierto es que la categoría, con los cinco nominados ahora conocidos, es muy poderosa (como viene siendo los últimos años) y sólo la inclusión de
Robert Redford en sustitución de
Christian Bale hubiera completado un quinteto de intérpretes con algún premio acumulado con anterioridad (el protagonista de
Cuando todo está perdido fue distinguido en
Nueva York), lo que habría dado pie a una terna de elegidos realmente espectacular.
El resto a concurso
El otro premio que
La gran estafa americana se juega de tú a tú con su competidor es el de guión original. En esta categoría,
Her parte con ventaja por el respaldo previo, y también suena como el galardón compensatorio para una película que cuenta con seis nominaciones y ha gustado mucho a la crítica (no hay que olvidar que fue declarada la mejor película de 2013 por la
National Board of Review y
Los Ángeles, en este caso,
exaequo con
Gravity), dos importantes grupos de especialistas. Además, el libreto escrito por el también realizador de la cinta,
Spike Jonze, aporta la suficiente cuota de originalidad, ocurrencia y diferenciación con los otros nominados como para valer un premio por sí solo.
Haciendo balance final, la cosecha de estatuillas para
12 años de esclavitud (que es finalista en nueve apartados) oscila entre cuatro o cinco (película, guión adaptado, vestuario, algún premio de interpretación y el más complicado de dirección), mientras que
Gravity parece que se alzará como la cinta más premiada de la noche gracias a las categorías técnicas (a su alcance los Oscar al mejor montaje, fotografía, sonido, montaje de sonido y efectos especiales) que, si sumamos al de
Cuarón, podrían dejar al filme como la
Salvar al soldado Ryan de esta campaña.
En la categoría de mejor película de animación, las espadas las empuñan
Frozen: El reino de hielo (con la que
Disney renace de su letargo artístico) y
Se levanta el viento (
The wind rises), el testamento fílmico del japonés
Hayao Miyazaki, que supuestamente cuelga los guantes y puede repetir triunfo tras
El viaje de Chihiro en 2002. Por su parte, la categoría de mejor filme extranjero se debate entre el cine de autor que cosecha alabanzas y galardones de la italiana
La gran belleza (
Globo de Oro y cuatro premios de la
Academia de Cine Europeo) frente a propuestas más viscerales como las planteadas por la danesa
La caza (que atesora el premio de interpretación del
Festival de Cannes para
Mads Mikkelsen) y la belga
Alabama Monroe.
No va más. Ha sido un año de proyectos interesantes y, en su mayoría, por encima de la media de lo que suelen reunir los
Oscar últimamente (lo mismo que en 2012). Ojalá que, con independencia del veredicto de los votos, disfrutemos de una gala que se adivina muy cinéfila y nostálgica. El dictado de las papeletas se lo dejamos al Dios del cine (al que mentó
Ang Lee el año pasado al recoger su galardón). Nuestro poder e influencia en el resultado final no sobrepasa el de unas líneas pululando en el inmenso espacio cibernético.